Cuaderno de Bitácora. Día 26 de la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma. Nuestras emociones también pasan por etapas más efusivas y otras más explosivas como caracteriza a estas erupciones estrombolianas. Todos somos vulcanólogos, geólogos, geógrafos, médicos y psicólogos, de la misma forma que fuimos virólogos en la pandemia. Básicamente, nos informamos cuanto podemos con la intención controlar tanto como sea posible una situación que parece incontrolable.
Si algo nos ha llamado la atención de vivir sobre un volcán en La Palma, es lo poco que se sabe de volcanes. Se sabe cosas de los que han ocurrido y se han estudiado pero no se sabe nada de los que puedan venir o incluso de los que están ocurriendo ante nuestros ojos. En ningún caso es un reproche a los científicos del IGN, el IGME, el CSIC, el INVOLCAN y un largo etcétera de agencias y expertos que se han desplazado hasta la Isla Bonita para ayudarnos a estudiar y prever en medida de lo posible lo que pueda ocurrir. Simplemente es la constatación de que esto es muy difícil de estudiar, que no hay un volcán igual a otro y por lo tanto, es impredecible.
Parece increíble que los rusos vayan a grabar una película de ficción en el espacio, o que Jeff Bezos se vaya a llevar al Capitán Kirk fuera de la tierra pero todavía hay poco que podamos hacer cuando se abre el suelo debajo de nuestros pies, dentro de nuestra atmósfera y empieza a salir tierra nueva.
Y entonces?
En qué fase está el volcán? Cuánto va a durar? Se abrirán nuevas bocas? Tenemos mil preguntas y todas se contestan con otra pregunta: Quién sabe. Y esta pregunta ni siquiera tiene interrogante porque no tiene respuesta. Hay gente en La Palma que pensó que su casa se podía librar de ser sepultada durante días, viendo como otros vecinos lo perdían todo y que cuando finalmente han perdido la casa, dicen que en realidad es un descanso, que al menos ahora SABEN que la han perdido.
Cuando escuchas testimonios como estos, solo puedes estar agradecido de no encontrarte en esa situación. No nos podemos quejar. En Fuencaliente, hay terremotos pero son profundos y apenas se sienten, quedan muy pocos turistas y ha habido días como ayer en que llega ceniza. Pero nos podemos bañar en el mar, podemos respirar y sobre todo podemos bucear. Podemos comprobar que la vida acuática fuera de las inmediaciones de la nueva fajana está como siempre, viviendo en los ricos ecosistemas que se crearon tras el Teneguía. El buceo siempre nos pone la cabeza en orden y nos ayuda en esas etapas más explosivas de nuestro estado emocional que imita al del volcán.
No nos podemos quejar, es incontrolable, imposible saber. Aquí solo podemos esperar a que las cosas se vayan sabiendo cuando lo decida la Madre Tierra.